Habitación de Arnhild

Se agarró la mejilla con los ojos como plato y sin dejar de mirarla, con la boca abierta.
Ya sabia porque en la aldea le pusieron el mote de : "Destroza mejillas". No se la sentia.

Se acomodó en su asiento y se dispuso a cortar de forma brsuca su rollito de primavera.
Alzó la vista para mirarlo.
-Come, si dejas que la comida se enfríe también es signo de mala educación.
Sin aparatar la mirada a él clavó el cuchillo en todo el rollito con fuerza.

Muy recto se arrimó a la mesa y cogio los palillos.
¿ Y eso como c*ño se cogia?.
Intentó imitarla y atrapó unos tallarines, cuando fue a llevarselo a la boca el palillo salio volando junto con los tallarines.

No estaba para bromas o tonterías.
Se levantó, fue a la cocina y cogió untenerdor dejándoselo a su lado.
Se sentó y se puso a comer con sus palillos.

- Arn, j*der di algo.
No soportaba que alguien estuviese asi con el.
- Venga, me visto.
Cogio la toalla y se la lio en la cadera.
- Tengo que comprar ropa.

Se encogió de hombros.
-Eres libre de hacer lo que te plazca. Luego más tarde te daré una copia de las llaves, para que puedas ir y venir a tu santo antojo.

- Vale.
Rodó los ojos y comió en silencio.

Suspiró y terminó de comer.
-Sólo no me gustaba que me tratases como un trapo, que lo usas cuando lo necesitas en un momento de urgencia y luego lo vuelves a dejar encima de la mesa para gastarlo quizás más tarde.

Alargó la mano cogiendosela, mirandola con intensidad.
- ¿No te das cuenta que cada vez que me dices que no, más ganas tengo de tirarme encima?.

Apartó la mano de él y lo miró a los ojos.
-¿Qué es lo que quieres de mí?
Le cabreaba muchísimo que él fuese capaz de jugar así con sus sentimientos.

Alzó las manos como en son de paz.
- Dejalo, nada.
Por un polvo, no iba a hacerle daño.
- Mejor olvidamos esto y quedamos como amigos.

-Amigos.
Lo dijo confirmando, pero no convencida. No tenía derecho a decirle nada, pero no puedo dejar de sentir el dolor.
Culpa de ella por no confesarle sus sentimientos.
-¿Qué quieres de postre?

Dedicándole una sonrisa le dio un beso en la palma.
- ¿ Tienes helado?. Me encanta el de turrón.
Ahora es cuando le decia que tenia de todos menos el de turrrón.

Asintió con la cabeza cohibida por ese simple gesto.
-Es mi favorito junto con el de avellana. Siempre tengo un par en el cogelador.
Sacó las tarrinas del congelador y les puso unas cucharas.
-Si quieres vemos una serie por la tele mientras nos lo tomamos.

- ¿ Avellana?. Nunca he probado ese.
Cogió las tarrinas y asintió.
- ¿ Hoy cual echan?.
La siguió hacia el salón.

Le pasó la tarrina para que probase.
-Es muy parecido al de turrón, pero tiene la textura como algo más suave. Está buenísimo.
Enchufó la tele y subió los pies al sofá.
-Hoy empiezan "los Tudos". Una serie de Enrique VIII, ya sabes, el bajo gordo. Pues aquí lo hace uno alto y musculoso. Vamos, fiel a la realidad.

- Ya.. Como cuando hacen peliculas de vikingos. ¿ Porque los pone a todos tan feos y brutos?. Tan barbudos y desaliñados.
Con lo presumido que él era.

Se quedó mirándolo.
-Porque cada vez que había guerra pasábamos hambre. Es normal que no fuesen con vestidos de Dior.

- Claro que no, pero...
Saco de dios-sabe-donde una pelicula.
- ¿ Teniamos estos dientes?. Porque yo no lo recuerdo.
Apoyó las piernas en la mesa.
- Veamos lo que hace el rey ese.

-No, no lo teníamos.
Todo había que reconocer.
-¿El qué hace?
Se giró al ver una cabeza entre unas patas.
-¿la mujer está dando a luz?

Una gotita le cayo por la frente.
- No, le esta comiendo todo el c*ño mujer.
Pero que inocente era la jodia. Sonrió de medio lado al ver como se lo montaba el rey.
- Miralo, que bien se lo pasa.

Se puso a comer el helado en su rinconcito en el sofá.
-Eso es pecado, se los está poniendo a su mujer. Su alma irá al infierno.

Alzó una ceja mirandola.
- Cariño, ¿ Zeus no le pone los cuernos a su mujer?. ¿ Odín no se los pone?. Y son los dioses supremos, ¿ porque los demás, que estamos hecho a su imagen y semejanza, no podemos?.

Lo miró ceñuda, le fastidiaba muchísimo eso.
-Cuando amas a una persona no te fijas en otra ni caes rendido a la primera que te contonea las caderas.
Cogió otro poco de helado.
-Si así nos ponemos, tú estás a favor de ser infiel, pues tú mujer no tiene por qué estarse cruzada de piernas al resto. Tú se los pones, ella te devuelve el favor. Es de lo más divertido saber que tu conyugue se acuesta con todos.

Se inclino hacia ella, metiendo un dedo en el helado sin apartar los ojos de los de ella.
- Princesa, cuando yo me enamoro lo hago de verdad. Y pobre de aquel que la mire más.
Volvió a su sitio, llevandose el dedo a la boca.
- Por otra parte, el dia que me enamore seré totalmente fiel.